Resumen

“Liberado con conciencia ilimitada”

De acuerdo con el Canon Pāli—el registro más antiguo existente de las enseñanzas del Buddha—las fabricaciones del lenguaje no se pueden utilizar correctamente para describir nada que esté fuera del ámbito de la fabricación. En una modalidad de análisis, ese ámbito comprende los seis sentidos (contando la mente como el sexto) y sus objetos. En otra modalidad, los cinco agregados*: forma, sensación*, percepción, fabricaciones y conciencia. Sin embargo, pasajes del Canon (como en AN 4:173 y SN 35:117) indican otro ámbito—donde los seis sentidos y sus objetos cesan—que puede ser experimentado aunque no descrito incluso en términos de existente, inexistente, ambos o ninguno. La meta de la práctica budista pertenece a este último ámbito, y esto por supuesto planteó problemas para el Buddha sobre cómo enseñar y describir la meta.

Él resolvió el problema utilizando símiles y metáforas. La metáfora más conocida acerca de la meta budista es el nombre nibbāna (nirvāṇa) que significa la extinción de un fuego. Con demasiada frecuencia los esfuerzos para resolver las implicaciones de esta metáfora la han sacado fuera de contexto. Algunos escritores, a partir de las nociones modernas comunes del fuego, concluyen que el nibbāna implica la extinción, ya que nos parece que el fuego deja de existir cuando se apaga. Otros, sin embargo, señalan que los vedas—antiguos textos religiosos de la India, miles de años anteriores al budismo—describen el fuego como algo inmortal: aunque se apague, simplemente pasa a un estado latente, difuso, solamente para renacer cuando un nuevo fuego se enciende. De ahí, estos escritores asumen que el Buddha aceptó la teoría védica en su totalidad y afirman que nibbāna quiere decir existencia eterna.

La debilidad de ambas interpretaciones es que no tienen en cuenta el modo en que el Canon Pāli describe (1) los mecanismos del fuego, (2) los límites más allá de los cuales ningún fenómeno se puede describir, y (3) las implicaciones exactas que el mismo Buddha sacó de su metáfora a la luz de (1) y (2). El objetivo de este ensayo es colocar esa metáfora en su contexto original para mostrar lo que daba y no daba a entender.

Cualquier exposición sobre el modo en que el Buddha usó el término nibbāna debe comenzar con la distinción de los dos niveles de nibbāna (o para usar la terminología original, dos propiedades de nibbāna). El primero es la experiencia de nibbāna de una persona que ha alcanzado la meta y está aún con vida. Éste se describe metafóricamente como la extinción de la pasión, la aversión y el engaño. El segundo es nibbāna después de la muerte. El símil de cada uno de estos estados es la diferenciación entre un fuego que se ha apagado, pero cuyas brasas están todavía calientes, y otro que se ha apagado tanto que hasta las brasas están frías. El Buddha utilizó los puntos de vista corrientes de su época sobre el fuego en un modo diferente cuando expuso esos dos niveles, y debemos considerarlos separadamente.

Para entender las implicaciones del nibbāna en la vida actual es necesario saber algo de la manera en que se describe el fuego en el Canon Pāli. Allí se dice que la causa del fuego es la excitación o agitación de la propiedad del calor. Para que siga ardiendo debe tener sustento (upādāna). Su relación con el sustento es de aferramiento y, dependencia y atrapamiento. Cuando se apaga, la propiedad ya no se agita y se dice que el fuego ha sido liberado. Así, la metáfora de nibbāna en este caso podría implicar tranquilidad junto con la liberación de dependencias, apegos y de la esclavitud. Esto, a su vez, sugiere que de todos los intentos de describir la etimología de la palabra nibbāna, el más cercano es el que Buddhaghosa propuso en El Sendero de Purificación: des- (nir) más atadura (vāna): Desatamiento.

Además, para entender qué se quiere decir por el desatamiento de la mente, también es importante saber que la palabra upādāna—el sustento del fuego—asimismo significa aferrarse, y de acuerdo con el Buddha, la mente tiene cuatro formas de aferramiento que la mantienen en esclavitud: el aferramiento a la sensualidad, a perspectivas, a preceptos y prácticas, y a doctrinas del yo. En cada caso, el aferramiento es la pasión y el deseo que la mente siente por esas cosas. Para vencerlo, la mente debe ver no solamente las desventajas de esos cuatro objetos, sino lo más importante, las desventajas de la pasión y deseo en sí mismos.

La mente puede lograrlo siguiendo un triple modo de formación: virtud, concentración y discernimiento. La virtud proporciona alegría y libertad de remordimiento, esenciales para la concentración. La concentración suministra una base interna de placer, plenitud y ecuanimidad, además de la singularidad de la mente que no depende de los objetos sensuales, de manera que el discernimiento puede tener la fuerza y la estabilidad necesarias para cortar los aferramientos de la mente. La actividad del discernimiento es ver esos aferramientos como parte de una cadena causal: ver su origen, su desvanecimiento, su atractivo, las desventajas de sus efectos y, finalmente, la emancipación de ellos.

Aunque en el Canon se relatan casos de individuos que rompieron las cuatro formas de aferramiento al mismo tiempo, el patrón más común es, con discernimiento, destruir el aferramiento sensual al enfocarse en la inconstancia y la tensión que provocan los objetos sensoriales, y además en la inutilidad de cualquier pasión o deseo hacia ellos. Así liberada, la mente puede dirigir su discernimiento hacia el interior para destruir su aferramiento a la práctica de concentración en sí misma, así como a perspectivas en general y particularmente a nociones de ‘yo’. Una vez que ya no considera la experiencia en términos de yo, la dicotomía entera de yo / no-yo se derrumba.

En ese momento la mente alcanza lo inmortal, aunque no hay ningún sentido del ‘yo’ en el logro. Simplemente el conocimiento: ‘Hay esto’. A partir de ese momento la mente experimenta los fenómenos físicos y mentales como algo separado de ellos. Un símil de este estado mental es el de la piel que se ha removido de la carcasa de una vaca: incluso si la piel se coloca de nuevo en la carcasa, no podemos decir que se ha adherido como antes porque los ligamentos y tendones que una vez adherían la piel a la carcasa—en otras palabras, pasión y deseo—se han cortado (con el cuchillo del discernimiento). La persona que ha alcanzado la meta—en algunos contextos llamada Tathāgata* y en otros, arahant—de este modo vive lo que resta de su vida en el mundo mas independiente de él.

La muerte como la experimenta un Tathāgata es descrita simplemente como ‘Todo esto que ya no se disfruta más, se enfría aquí mismo’. El Buddha rechazó todos los intentos de describir la experiencia de nibbāna o el estado del Tathāgata después de la muerte como existente, inexistente, ambos o ninguno. Para explicar este punto, una vez más utilizó la metáfora del fuego apagado, aunque en este caso se basa en la visión védica del fuego latente, pero modificado por las nociones budistas de lo que funciona y lo que no funciona en el ámbito de una descripción válida.

Para describir el estado mental del Tathāgata debe haber un modo de saber de qué depende su conciencia. Aquí debemos recordar que, de acuerdo con los textos, una persona que practica la meditación puede desarrollar poderes intuitivos a través de la práctica de concentración, que le permitan conocer el estado mental de otra persona o su destino después de morir. Sin embargo, para hacer esto la conciencia de esa persona debe morar en un objeto en particular, ya que es solamente por medio del conocimiento del objeto que el estado de la mente se puede conocer. Con las personas ordinarias esto no constituye un problema ya que la conciencia ordinaria siempre depende de uno u otro objeto, pero con los Tathāgatas esto es imposible porque sus conciencias son completamente independientes. Debido a que conceptos como existente, inexistente, ambos o ninguno incumben solamente a lo que se puede medir con los criterios del conocimiento, no se pueden aplicar al Tathāgata.

El Buddha tomó en préstamo dos aspectos de la tradición védica del fuego para ilustrar este punto. Incluso si uno quiere asumir que el fuego existe aún después de apagarse es: (1) tan sutil que no se puede percibir y (2) tan difuso que no se puede decir si se fue a algún lugar o hacia alguna dirección en particular. Así como las nociones de su partida al Este, al Oeste, al Norte o al Sur no conciernen a un fuego extinguido, los conceptos como existente, etcétera no se aplican al Tathāgata después de su muerte.

Sobre la pregunta de cómo se experimenta el nibbāna después de la muerte, el Buddha dice que no hay límite en esa experiencia, lo que la hace difícil de describir. La palabra ‘límite’ es la más importante. En uno de los antiguos mitos védicos sobre la creación, el universo comienza cuando aparece un límite que separa el varón de la hembra, el cielo de la tierra. De modo que la declaración del Buddha es que la experiencia de nibbāna es tan libre, incluso de las nociones más elementales de la producción del universo, que está más allá de cualquier descripción. Esta inferencia es corroborada por otros pasajes que indican que no hay nada en absoluto del universo conocido en esa experiencia—tierra, agua, viento, fuego, sol, luna, oscuridad, venir, ir o estasis.

Así, visto bajo la perspectiva de cómo el Canon Pāli describe el funcionamiento del fuego y utiliza imágenes del fuego para representar el funcionamiento de la mente, queda claro que la palabra nibbāna estaba destinada sobre todo a transmitir nociones de libertad: libertad en la vida actual de agitación, dependencia y aferramiento; y libertad después de la muerte, de incluso los conceptos o limitaciones más básicos—tales como existencia, inexistencia, ambas o ninguna—que conforman el universo descriptible.

Aquí, Hemaka

con respecto a las cosas que son queridas

—vistas, oídas, sentidas y conocidas—

hay:

la disipación del deseo y la pasión

el estado imperecedero, sin caer, de nibbāna.

Aquellos, que conocen esto, con sati,

completamente apagados / desatados

aquí y ahora,

están por siempre calmados,

han cruzado sobre

las marañas en el mundo.

Sn 5:8

‘Vāhuna, escapado, disociado y liberado de diez cosas, el Tathāgata mora con conciencia ilimitada. ¿Cuáles diez? Escapado, disociado y liberado de la forma… sensación… percepción… fabricaciones… conciencia… nacimiento… envejecimiento… muerte… tensión*… corrupción, él mora con conciencia ilimitada. Así como un loto rojo, azul o blanco nace y crece en el agua, se eleva por encima del agua y se yergue sin que el agua se le adhiera, de la misma manera el Tathāgata—escapado, disociado y liberado de esas diez cosas—mora con conciencia ilimitada’.

AN 10:81

‘Así como el gran océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal, del mismo modo esta doctrina y disciplina tienen un solo sabor: el sabor de la liberación’.

AN 8:19